Ayer escuche a 
Daniel Melero, hablando en 
mi facu.
Hacía mucho que no me sentía tan de acuerdo con una forma de ver las cosas. Ante la ideología, la religión, la ciencia, el bien, el mal, la verdad, la mentira, lo terrenal, lo extraterrenal, la política, la filosofía, lo real y hasta la física, el señor se da el gusto de hacerse replanteos sinceros, actuales, divertidos y tremendos. Desde una postura corrida del Rocker/Poser, del Idéologo/Poser, del Cordero/Poser, y si, hasta del Lobo/Poser (faquiu Peña maldito vedette) el señor concluye su charla hablando de dejar los egos de lado (políticos, artísticos, metafísicos, antropológicos y profesionales) y ponernos a observar a los 
Osos de Agua, a los perros, a la naturaleza, para mejorar nuestra sociedad.
Daniel Melero habla de la adaptación, de los objetivos, de 
las formas. Y cuestiona la falta de libertad que, con el mismo conocimiento, nos hemos impuesto. Ha hablado de 
un simple animal que 
sin religión, sin ciencia, sin moral, ha llegado ya mucho más lejos que nosotros, y hasta 
puede morirse por cuantos años quiera, resucitando con solo sentir un poco de humedad en el aire. Literalmente.
Está en lucha contra una humanidad ególatra que autojustifica sus métodos y nos impide descubrir otros a pesar de lo absurdo que resulta pensar en la existencia de una única forma de crear conocimiento.
Está claramente ilusionado en que logremos abandonar las dicotomías que nos atraviesan y encierran para tener puntos de vistas más plurales, más complejos, más profundos, para poder analizar en múltiples dimensiones que se alimenten entre ellas.
Está harto de las formas, y a favor de un 
existencialismo activo y positivo, destructor para liberar y libre para construir. Y está seguro que podemos ayudar desde donde estemos: vagos, laburantes, tragalibros, delirantes, artistas, televidentes, consumidores,  pensadores, esclavos del lenguaje, sometidos culturales todos nosotros, deberíamos ya dejar los odios y los límites. Convertirnos en los 
seres mutantes que tanto tememos ser, y descreer de los dogmas, es lo único necesario para desatarnos de ellos, es lo más importante para 
transformarnos.
Es una 
forma de ser.